El Toro no quiere jugar
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El Toro no quiere jugar
Un toro se
Un toro se encontraba acosado en el valle. El sol calentaba su amplio lomo, que subía y bajaba con suave ritmo. No estaba dormido, pero tampoco se encontraba completamente despierto.
De pronto, sin haber sido divisada, una mosca se posó en la punta de su nariz.
A cualquier otro animal podría haberle irritado la presencia de esa paria, mas no al toro, tan tranquilo como el cielo mismo. Nada más dio un simple resoplido y el insecto alado comprendió que no era un lugar en el que pudiera acomodarse sin permiso.
Luego llegaron hasta sus oídos, los ladridos eufóricos de un perro. Juguetón, amable, cariñoso e impaciente, el can saltó alrededor del toro, ladrando agradables invitaciones para jugar.
Aún así, el grandote ni se movió de donde estaba. Le bastaba levantar la cabeza y mirar fijamente al chiquitín a los ojos para hacerlo entender que no quería.
No pasó mucho tiempo, y vinieron más animales con ganas de jugar con el pacífico vacuno. Este, como la primera vez, no daba señales de querer consentirlos... hasta que llegó un león y todo se echó a perder.
Después de un buen rato soportando el incesante alarido de cientos de animalitos, el toro se puso de pie.
Felices, creyendo que por fin jugaría con todos ellos, los animales comenzaron a correr entre sus piernas y alrededor de él. Sin embargo era algo muy diferente lo que en realidad tenía en mente.
Con un gran y potente bufido el toro hizo callar a todos los presentes, y acto seguido echó a correr, tan veloz y enérgicamente que todos se quedaron paralizados de la impresión por un momento. Incluso cuando los cuernos del toro se clavaron en las costillas del león, y cuando este cayó muerto en el pasto.
Sacando su furia a través de ruidosos resoplidos, el toro dio media vuelta y retornó al lugar en donde había yacido hace unos instantes. Todos observaron en un silencio incrédulo al cadáver de su amigo y al asesino con cachos bañados en sangre, que reposaba como si nada hubiera pasado.
Nunca más nadie de esa tierra se atrevió a entablar algún tipo de contacto con el toro.
Un toro se encontraba acosado en el valle. El sol calentaba su amplio lomo, que subía y bajaba con suave ritmo. No estaba dormido, pero tampoco se encontraba completamente despierto.
De pronto, sin haber sido divisada, una mosca se posó en la punta de su nariz.
A cualquier otro animal podría haberle irritado la presencia de esa paria, mas no al toro, tan tranquilo como el cielo mismo. Nada más dio un simple resoplido y el insecto alado comprendió que no era un lugar en el que pudiera acomodarse sin permiso.
Luego llegaron hasta sus oídos, los ladridos eufóricos de un perro. Juguetón, amable, cariñoso e impaciente, el can saltó alrededor del toro, ladrando agradables invitaciones para jugar.
Aún así, el grandote ni se movió de donde estaba. Le bastaba levantar la cabeza y mirar fijamente al chiquitín a los ojos para hacerlo entender que no quería.
No pasó mucho tiempo, y vinieron más animales con ganas de jugar con el pacífico vacuno. Este, como la primera vez, no daba señales de querer consentirlos... hasta que llegó un león y todo se echó a perder.
Después de un buen rato soportando el incesante alarido de cientos de animalitos, el toro se puso de pie.
Felices, creyendo que por fin jugaría con todos ellos, los animales comenzaron a correr entre sus piernas y alrededor de él. Sin embargo era algo muy diferente lo que en realidad tenía en mente.
Con un gran y potente bufido el toro hizo callar a todos los presentes, y acto seguido echó a correr, tan veloz y enérgicamente que todos se quedaron paralizados de la impresión por un momento. Incluso cuando los cuernos del toro se clavaron en las costillas del león, y cuando este cayó muerto en el pasto.
Sacando su furia a través de ruidosos resoplidos, el toro dio media vuelta y retornó al lugar en donde había yacido hace unos instantes. Todos observaron en un silencio incrédulo al cadáver de su amigo y al asesino con cachos bañados en sangre, que reposaba como si nada hubiera pasado.
Nunca más nadie de esa tierra se atrevió a entablar algún tipo de contacto con el toro.
KTTR- Manakete de Durhua
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Nombre: Lilith Schwer
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